El olivo y el ascenso de Atenas

La historia de la competencia divina por Atenas refleja la reverencia de los antiguos griegos por la sabiduría, la estrategia y las necesidades prácticas de la vida.

Vista de la Acrópolis de Atenas
Por Simon Roots
16 de enero de 2024 17:52 UTC
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Vista de la Acrópolis de Atenas

En todo el Mediterráneo, el olivo ha sido importante en la sociedad durante mucho tiempo. Su fruto y aceite forman la base de la La dieta mediterránea, y sus ramas representan la paz en el judaísmo, el cristianismo y el islam; Su silueta icónica se asocia en todo el mundo con el paisaje mediterráneo desde Chipre hasta Toscana al Algarve.

Quizás la historia que mejor muestra cuán central es el olivo para la cultura de la región es cómo Atenea se convirtió en la diosa patrona de la ciudad de Atenas.

En la mitología griega antigua, la ciudad de Atenas se convirtió en el escenario de una notable contienda entre dos deidades del Olimpo, Poseidón y Atenea. La historia se desarrolla con el telón de fondo de rivalidades divinas siempre presentes y la mirada siempre atenta de Zeus, gobernante del Monte Olimpo.

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Cuenta la leyenda que el conflicto entre Atenea, la diosa de la sabiduría, y Poseidón, el dios del mar, surgió de su deseo de reclamar el dominio sobre la floreciente ciudad de Atenas.

La ciudad había llamado la atención de los dioses por su ubicación estratégica y su floreciente civilización. Atenea y Poseidón, cada uno de los cuales buscaba convertirse en la deidad protectora, se involucraron en una feroz rivalidad que moldearía para siempre el destino de los atenienses.

El drama comenzó cuando la noticia de la rivalidad llegó a oídos de Zeus. Para resolver la disputa y determinar quién era el guardián legítimo de Atenas, Zeus propuso una contienda entre Atenea y Poseidón. En su sabiduría, declaró que la ciudad sería el premio, un faro de prosperidad y poder para la deidad que pudiera ofrecer el regalo más valioso a sus habitantes.

El escenario del concurso se preparó en la colina sagrada de la Acrópolis, donde los dioses se reunían a menudo para ser testigos de acontecimientos importantes. La noticia de los acontecimientos inminentes se extendió como la pólvora entre las deidades del Olimpo, y pronto, los dioses y diosas se reunieron sobre la ciudad.

Atenea y Poseidón tomaron sus posiciones en el terreno sagrado mientras la asamblea divina observaba. El aire crepitaba de anticipación mientras Zeus, el árbitro definitivo, se preparaba para juzgar el resultado de su competencia.

El pueblo de Atenas también acudió en masa al lugar, con sus corazones mortales llenos de asombro y temor, ansiosos por presenciar el espectáculo que determinaría el destino de su amada polis.

Poseidón, tridente en mano, dio un paso adelante primero para mostrar su destreza. Con un poderoso golpe, golpeó la dura roca de la Acrópolis, desatando un poderoso temblor que resonó en la tierra.

El suelo tembló y, ante el asombro de los espectadores, surgió un mar subterráneo, acompañado de un manantial de agua salada. La demostración del dominio de Poseidón sobre las aguas fue impresionante y, por un momento, pareció como si el dios de los mares hubiera conseguido la victoria.

Sin embargo, el pueblo de Atenas, a pesar de su admiración por la demostración de poder de Poseidón, se enfrentó a un dilema.

Atenas ya contaba con abundante acceso a ríos y proximidad al mar. Como dijo Platón, los griegos vivían como ranas alrededor de un estanque. El regalo de Poseidón, aunque formidable, no atendió las necesidades prácticas de la ciudad, dejando a los habitantes en la contemplación.

Mientras los murmullos de la multitud aún resonaban en la Acrópolis, Atenea, la diosa sabia y estratégica, dio un paso adelante para presentar su ofrenda.

Deliberada y elegantemente, se arrodilló sobre la tierra sagrada y plantó una semilla. Para asombro de todos los presentes, en unos instantes, un magnífico olivo surgió de la tierra, sus ramas cargadas de frutos ricos e hinchados.

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En lo alto de la Acrópolis de Atenas se encuentra un olivo que es un símbolo de cientos de años de dedicación y reverencia.

La belleza del regalo de Atenea no residía sólo en su atractivo visual inmediato sino en su significado multifacético.

El olivo, con su madera de alta calidad, proporcionaba un recurso valioso para la construcción y la artesanía. Además, las aceitunas eran fuente de alimento para el pueblo, y el aceite que de ellas se extraía tenía diversas aplicaciones, desde encender lámparas hasta curar heridas.

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Sin embargo, el simbolismo del regalo de Atenea iba más allá del ámbito material. El olivo representaba paz, prosperidad y sabiduría, atributos que resonaban profundamente con las aspiraciones del pueblo ateniense.

Los aspectos prácticos y simbólicos combinados de la ofrenda de Atenea mostraron su sabiduría divina y su comprensión de las verdaderas necesidades y deseos de la ciudad que aspiraba a proteger.

Zeus, observando los acontecimientos que se desarrollaban con su mirada que todo lo ve, reconoció la naturaleza profunda del regalo de Atenea. Con la sabiduría propia del rey de los dioses, declaró vencedora a Atenea y, en reconocimiento a su nueva diosa patrona, la ciudad recibió su nombre.

La victoria de Atenas inició una era armoniosa y próspera para Atenas. El olivo, testimonio viviente de la benevolencia de la diosa, se convirtió en un símbolo venerado en la ciudad.

El pueblo de Atenas abrazó la sabiduría y la guía de Atenea y, bajo su atenta mirada, la ciudad floreció en las artes, la filosofía y el gobierno.

La historia de la competencia de Atenea y Poseidón por Atenas es más que un mito; refleja la reverencia de los antiguos griegos por la sabiduría, la estrategia y los aspectos prácticos de la vida.

El legado perdurable del regalo de Atenea y la posterior prosperidad de la ciudad es un testimonio de la creencia de que la verdadera sabiduría abarca poder y poder y una profunda comprensión de las necesidades y aspiraciones de quienes están bajo su protección.



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